Fue un reencuentro agridulce:
lluvia amarga primero,
niebla de incertidumbre
después, y al final sol marinero.
Misión especial: dolores
y fuertes de hierbabuena,
y casitas de colores
y empinadas carreteras
y bahías y mercados,
y Bosque Muir, Sausalito,
y tranvías anticuados,
Shanghái en un rinconcito,
y colinas ondeando
y el Pacífico flotando,
y tras el Portal Dorado,
el rojo puente colgando.
Misión especial: cruzamos
esa inmensa pasarela.
Caminamos, caminamos,
¡la bahía nos espera!
Cual colonos rastreamos
los paseos de Portolá
por la bahía del Santo.
¡Por oro fiebre nos da!
Y temblaron los cimientos
de la poblada ciudad,
lo que provocó un incendio
y escombros dejó detrás.
Mas como el fénix, el santo
de sus cenizas brotó
y “del Amor” el verano
dejó allí su corazón.