Querida Isla,
¿Cómo te ha ido? Hace tiempo que quiero visitarte…
Más adelante
volveré a pisar tus acantilados y colinas.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde aquel “hasta luego”?
¿Un lustro?
Parece más…parece menos…parece justo…
Aún recuerdo
mi billete a Ryde en el “transbordador”:
Yo había empacado invierno y hacía ola de calor.
Mi maleta era un yunque (¡atrevida ignorancia!
¡Una cree que no hay tiendas cuando a otros lares viaja!)
De esa aventura insólita, recuerdo cada instante
aunque cada memoria en el poema no cabe…
Pero caben tus playas de nubes agrisadas,
tus puertos de acuarela con barcos amarrados,
de cuento son tus casas de paja sus tejados
y campos pintorescos coronan tu ensenada.
Al pensar en tu otoño, con sus hojas doradas
y lluvia caprichosa me viene la nostalgia;
Al pensar en tu invierno, el aire me traspasa,
gélido e implacable, las ropas y la piel;
Y aquella primavera de colores intensos
ondean en el paisaje de fotos que tomé.
Un día me alejé… Tuve que hacerlo entonces
o nunca habría podido. Me absorbías,
aislada como vives allí me retenías.
Con mis maletas, me alejé de noche,
como había hecho más veces; mas tú sabías
que en esa ocasión era una despedida.
Querida Isla,
Eras el fin del mundo , pero ¡qué bonita!